Flor de Amancaes: Símbolo de Lima en alto riesgo

Por: Nuria Angeles Tapia

En lo alto de los cerros que rodean a Lima la gris, cuando el invierno cubre la ciudad de neblina, algo asombroso ocurre: la flor de amancaes florece. De un amarillo intenso y forma delicada, esta flor no solo es símbolo de la capital—inmortalizada en poemas, pinturas y canciones criollas—, sino también una de las especies más representativas de las lomas costeras, un ecosistema único en el mundo. Sin embargo, desde hace décadas, estos espacios llenos de biodiversidad, intentan sobrevivir a amenazas como el tráfico de terrenos, la expansión urbana, el turismo informal y el cambio climático. 

Estos ecosistemas frágiles, albergan vida durante todo el año, tanto en su temporada seca como en su periodo verde. A pesar de ello, su existencia está siendo socavada día a día por su más grande amenaza: el tráfico ilegal de terrenos. En las últimas décadas, hemos sido testigos de cómo las Lomas de Lima —de Amancaes, de Paraíso, de Carabayllo, de Villa María, entre otras— han sido invadidas, lotizadas y destruidas sin que el Estado actúe con la urgencia necesaria, y muy a pesar de estar “protegidas” por su estatus de Área de Conservación Regional (ACR). A esta situación crítica se suma ahora otra amenaza desde el Congreso. Recientemente, la congresista Rosselli Amuruz ha presentado un proyecto de ley que busca reconocer los derechos de propiedad preexistentes dentro de las ACR. En otras palabras, se abriría la puerta para que ocupantes ilegales, e incluso quienes forman parte de mafias del tráfico de terrenos, puedan legalizar su presencia en áreas naturales protegidas. Lo que se disfraza de regularización, en realidad es un intento de blanqueo para intereses privados sobre bienes comunes. Este no es un hecho aislado. En los últimos meses hemos visto intentos sistemáticos desde el Estado para debilitar las competencias y marcos legales de las áreas naturales protegidas, tanto a nivel regional como nacional. ¿Por qué sucede esto?

Desde la resolución del Ministerio de Cultura, que recortó el 42% de la Reserva Líneas de Nazca, hasta el Proyecto Ley que busca permitir la extracción de hidrocarburos dentro de zonas intangibles, son varias las propuestas que ponen en riesgo no solo la biodiversidad, sino también nuestros medios de vida y seguridad climática. Expertos han advertido reiteradamente que los ecosistemas de lomas cumplen una función clave: albergan especies endémicas y vulnerables como la flor de amancaes, regulan el microclima urbano, capturan agua de neblina, y constituyen uno de los pocos espacios naturales para la educación ambiental y el bienestar de los limeños. Su degradación o destrucción puede tener consecuencias irreversibles: la pérdida de los amancaes sería solo el comienzo. Sin ella, otras especies —desde insectos polinizadores hasta aves y pequeños mamíferos como la vizcacha— también se verían afectadas. 

Se ha hecho evidente además que las autoridades no solo incumplan su deber fiscalizador e impidan las invasiones, sino que pretenden debilitar los mecanismos existentes que protegen a las especies de nuestras lomas. Esto no solo revela su alarmante falta de compromiso ambiental en el contexto de la crisis climática, sino su complicidad con intereses económicos ilícitos. Por eso, para proteger las lomas no basta con alzar letreros o sembrar árboles una vez al año. Los esfuerzos de conservación tiene una dimensión política, económica y social. Construir estrategias efectivas implica entender las necesidades de las poblaciones aledañas, trabajar con las organizaciones ambientales que vienen protegiendo las lomas, generar oportunidades sostenibles, fortalecer la educación ambiental y canalizar recursos públicos de forma equitativa. Sobre todo, para atender la demanda de vivienda de interés social en espacios adecuados ¿Qué se debe hacer entonces?

Es indignante que las autoridades no comprendan que el Amancay, más que una flor, es una señal de vida en una ciudad cada vez más desconectada de su entorno natural. Un símbolo de esperanza y resistencia que no ha dejado de resurgir. Por eso, todas las limeñas y limeños deberíamos involucrarnos en su defensa, porque protegerla es también proteger el futuro de nuestra ciudad. Y nuestras autoridades, más que nadie, tienen la responsabilidad moral y legal de liderar esta tarea.

No podemos permitir que Lima pierda una de sus especies más emblemáticas por omisión, desidia o conveniencia política. La flor de amancaes florece solo unos días al año para recordarnos la urgencia de proteger los ecosistemas de los que depende nuestra existencia conjunta. No es ella únicamente quién está en peligro. Por eso, observarle es un recordatorio de todo lo que es vulnerable, como la existencia humana.

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